La lucha contra las migraciones ilegales: un reto común para ambas riberas del mediterráneo
Las economías mediterráneas se enfrentan a una crisis política y social de una magnitud sin precedentes, en un contexto de protesta contra la inflación galopante, la crisis energética y las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania. La solidaridad europea se ve socavada por la magnitud de la crisis en determinados países, lo que pone en duda la capacidad de la comunidad para adoptar una respuesta coordinada y resquebraja el consenso comunitario. La hipótesis de ruptura de la zona euro, tras el “Brexit”, plantea el espectro de una división y marginación de ciertas naciones pero, al mismo tiempo, la fortísima interdependencia de las economías europeas podría, al contrario, impulsar una profundización de la integración europea que se ha estancado desde las últimas ampliaciones.
La similitud de las demandas de la calle tunecina con las de la calle madrileña e israelí demuestra que existe una cierta forma de continuum entre los pueblos de este espacio regional y que su destino no es impermeable. Porque los países de la región tienen desafíos que enfrentar cuya solución es en parte común y que se beneficiarían de ser considerados de manera más solidaria.
Esfuerzos comunes para la contención energética y la preservación de recursos naturales
Las economías mediterráneas deben adaptarse a una mayor contención energética y preservación de los recursos naturales. Para las economías productoras de hidrocarburos, se trata de organizar la era post-petróleo (aparte de Libia, los picos de producción de petróleo y gas deberían alcanzarse en 2025) y para los países importadores, el objetivo debe ser el de flexibilizar las restricciones vinculadas al peso significativo de la energía en su crecimiento. Todo el mundo tiene interés en reducir su intensidad energética y promover una economía más respetuosa con el medio ambiente. Si no se trabaja en ese sentido, incluso teniendo en cuenta los avances y los proyectos en marcha para el desarrollo de las energías renovables, la demanda energética será tal en el Sur y Este del Mediterráneo que acabará con los esfuerzos realizados en Europa para luchar contra el cambio climático.
Coordinación de los esfuerzos comunes de lucha contra las migraciones
Otro desafío común para todos los países de la ribera mediterránea, es la lucha contra las migraciones, que más que probablemente continúen a corto y mediano plazo, mientras no se resuelvan los conflictos libio y sirio.
Para una Europa en busca del pleno empleo, la inmigración de magrebíes es el mayor problema que presenta esta zona. Preocupa la pérdida de la identidad cultural y tener que integrar a todos estos hombres y mujeres con un nivel educativo muy bajo que corren el riesgo de no encontrar trabajo. Pero si la explosión demográfica de los países del Magreb se está convirtiendo en un hecho geopolítico en el Mediterráneo es porque se desarrolla en un contexto de crisis económica y política generalizada y está provocando convulsiones internas.
Europa está reaccionando ante las causas de estos flujos migratorios para intentar prevenirlos. Su objetivo es promover el desarrollo sostenible y el respeto de los derechos humanos, al tiempo que reduce las presiones que empujan a las personas a huir más allá de sus fronteras. Cuando falla la prevención, debe hacerse cargo mediante una respuesta de emergencia para brindar asistencia humanitaria y protección a quienes ya no pueden depender de sus propios gobiernos.
Las situaciones de declive económico son las más propicias para el desplazamiento de poblaciones, porque provocan el estallido de conflictos entre clases sociales, regiones o etnias que tratan de conservar o ampliar sus territorios y privilegios, si es necesario a costa de otras.
Los gobiernos europeos han tendido a enfatizar los derechos civiles y políticos en su enfoque tradicional de los derechos humanos. Sería deseable que los extendieran a los derechos y aspiraciones económicas y sociales de las poblaciones de los países en desarrollo. El apoyo económico, centrado en las necesidades humanas e incluyendo la creación de empleo, la reducción de la pobreza, la educación y el acceso a la atención médica, puede ayudar a limitar algunos factores que determinan la migración. Vale la pena preguntarse por qué la inmigración se percibe como un problema tan grande. En una Europa que envejece, no debería ser así; por el contrario, la inmigración tiene una estructura de edad joven que, por lo tanto, es probable que compense parcialmente el envejecimiento europeo y, por lo tanto, en última instancia, amortigüe la crisis de financiación de la seguridad social utilizada por la mayoría de los gobiernos europeos para privatizar su sistema de jubilación. Un estudio de la ONU muestra que Europa perderá 35 millones de habitantes en los próximos 25 años Además, nuestra política de inmigración hacia los nacionales de países mediterráneos a los que se les pide visado parece discriminatoria si la comparamos con la supresión de visados para los nacionales de Europa del Este. La solución de los conflictos en política de inmigración debe estar ligada a la cooperación y la coordinación de las políticas entre todas las partes implicadas, así como a la apertura de cauces legales accesibles para canalizar los flujos migratorios entre el norte y el sur.