La frontera marítima israelí-libanesa: entre derecho internacional e intereses geopolíticos
Israel y Líbano buscan embarcarse en la gran aventura del gas en el Mediterráneo oriental, junto con Chipre, Egipto, Siria, Turquía y Grecia. Sin embargo, el desacuerdo sobre la delimitación de sus respectivas Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) dificulta enormemente la explotación de los recursos naturales.
Si bien Siria acaba de encomendar la exploración de la potencial reserva de hidrocarburos de su autoproclamada ZEE, a la empresa rusa Kapital, la disputa fronteriza con Israel adquiere un carácter más urgente y conflictivo para el Líbano. El desacuerdo se refiere a 2.290 km² de ZEE. Se acaba el tiempo para el país del cedro. El colapso de su economía empobrece un poco más a su población cada día. La terrible explosión del 4 de agosto de 2020 solo catalizó una crisis sistémica a largo plazo e ilustró el alcance de la corrupción entre las élites gobernantes.
Otra razón urgente: se sabe de la presencia de campos de gas en el sur del país, pero solo se supone en el norte. El estado hebreo ha iniciado la exploración y explotación de varios yacimientos en su territorio marino (Leviatán, Tamar), mientras que en aguas libanesas, el trabajo del consorcio liderado por Total se encuentra solo en la etapa de prospección, mientras persista el riesgo legal y de seguridad en la frontera.
El conflicto fronterizo se remonta a 2010, luego del descubrimiento de potenciales recursos de gas en el fondo marino de la zona fronteriza. Anteriormente, aunque los dos estados estaban en guerra y no existía un acuerdo de ZEE, estaba en vigor un modus vivendi en las líneas que separaban ambos países. Las negociaciones de 2010-2012 fracasaron y no fue hasta ocho años después que se reanudaron. En ese momento, la disputa cubría 860 km² de superficie del mar, entre la Línea 23 libanesa y la Línea 1 israelí, ambas partiendo de Ras Naqoura.
Los acontecimientos recientes en la geopolítica del Medio Oriente sugieren que Israel está en una posición fuerte para negociar siguiendo una estrategia pragmática y oportunista. Con el inquebrantable apoyo estadounidense, el estado judío ha normalizado sus relaciones con los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos. Israel también ha fortalecido sus lazos informales con Arabia Saudita, que por su parte se ha ido alejando gradualmente del Líbano desde 2017. Al otro lado del Mediterráneo oriental, el Líbano también parece solitario, siendo uno de los únicos países de la zona que no forma parte del Fórum del gasoducto EastMed, una plataforma destinada a incrementar la cooperación en la explotación de recursos offshores.
A nivel nacional, la alianza “8 de marzo” formada por la Corriente Patriótica Libre (CPL) liderada por Michel Aoun, presidente de la República, el partido Amal liderado por Nabih Berri, presidente del Parlamento, y Hezbollah controla la realidad del poder político.
El Hezbollah de Hassan Nasrallah, la principal fuerza política del país, permanece en un segundo plano en el caso de la ZEE mientras ejerce un control discreto sobre el margen de maniobra de sus aliados. En un principio firmemente opuesto a cualquier forma de negociación con Israel, Hezbollah acabó aceptando el acuerdo marco debido al colapso de la economía nacional. Sin embargo, no sin condiciones: el acuerdo debía mencionar la frontera terrestre y la delegación libanesa estaría compuesta exclusivamente por militares para poder llevar a cabo negociaciones técnicas sin presencia de políticos.
La última incógnita de este conflicto fronterizo es su grado de entrelazamiento en la rivalidad entre Estados Unidos e Israel e Irán y por tanto el efecto que sirve de distensión regional para la firma de un nuevo acuerdo nuclear, en un momento en el que se observa una acercamiento entre Teherán y Riad. Si bien el riesgo de una guerra entre Israel y Hezbollah por la frontera marítima sigue siendo probable, el resultado rápido de las negociaciones sigue siendo incierto.