La explotación del gas en el Mediterráneo Oriental: el caso del conflicto israelo-libanés
Envueltos en una disputa fronteriza, el Líbano e Israel aún no han llegado a un acuerdo para delimitar sus fronteras marítimas. A fines de 2022, un buque de perforación y producción de la compañía petrolera Energean llegó al área marítima en disputa para comenzar el trabajo de prospección en nombre del estado hebreo. Esto ha reavivado la urgencia de las negociaciones sobre la delimitación de las fronteras marítimas con el Líbano. Este último, que busca incorporarse a la lista de países productores de gas del Mediterráneo oriental, se enfrenta desde hace una década a la complejidad de la delimitación de su Zona Económica Exclusiva (ZEE) con países vecinos, entre ellos Israel. En este marco, Beirut trató de preservar sus intereses económicos a través de varias rondas de negociaciones.
El Líbano, que sufre una grave crisis económica, está tratando de encontrar una salida a través de los recursos naturales. Sin embargo, este expediente estratégico tropieza con la complejidad del sistema político libanés, cuestiones regionales, en particular la tensión israelo-iraní y, finalmente, un adversario cuyo poderío militar supera, en gran medida, al suyo propio.
Hoy, la guerra en Ucrania está provocando una subida de los precios del gas y del petróleo, y Europa, con el objetivo de reducir su dependencia de Rusia, debe redefinir su estrategia energética. Las condiciones para concluir un acuerdo sobre la delimitación de las fronteras marítimas libanesas-israelíes parecen cumplirse. ¿Serán capaces estos dos países de aprovechar estas circunstancias para llegar a un acuerdo? ¿Cuáles son los diferentes escenarios posibles?
Una década de negociaciones
En 2007, Líbano y Chipre firmaron un acuerdo bilateral de delimitación de fronteras marítimas. Según este acuerdo, el punto 1 se determina como el punto de intersección entre las tres fronteras: libanesa, chipriota e israelí. En 2009, dicho acuerdo fue ratificado por Chipre, pero no por Líbano. En efecto, las autoridades libanesas se habían dado cuenta de un error técnico por el cual el espacio concedido al Líbano estaba más restringido que el que le corresponde al país en virtud del derecho marítimo, por lo que han subsanado este error mediante un decreto (6433/2011) enviando a la ONU la lista de nuevas coordenadas geográficas que delimitan su Zona Económica Exclusiva con Chipre y « Palestina ».
Según esta lista, el punto 1 se traslada al punto 23, situado más al sur. Esto le da al Líbano 860 km² adicionales. Sin embargo, en diciembre de 2010, Israel y Chipre firmaron un acuerdo bilateral sobre la delimitación de sus fronteras marítimas teniendo en cuenta el punto de separación 1. Por lo tanto, existe una disputa sobre un área de 860 km² entre Líbano e Israel. Estados Unidos intervino como mediador. Entre 2010 y 2012, fue el diplomático estadounidense Frédéric Hof quien cumplió esta función. Propuso una nueva línea (llamada línea Hof) que asigna el 55% (490 km) del área en disputa al Líbano y el 45% (370 km) a Israel. Pero esta línea no satisfizo a ninguna de las dos partes, en particular al Líbano, que considera sus demandas están conformes con el derecho internacional.
Por tanto, el expediente quedó aparcado hasta que el presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri, anunció en octubre de 2020 que había alcanzado un acuerdo marco para relanzar negociaciones indirectas bajo los auspicios de Naciones Unidas y en presencia de un mediador estadounidense.
Cabe señalar que entre 2012 y 2020 se produjeron tres eventos importantes. El primero es la obtención, por parte de Washington, de un compromiso de Líbano e Israel de no emprender trabajos de prospección en la zona en disputa antes de que se resuelva la delimitación. El segundo es la constitución, en 2014, por parte del ejército libanés de una unidad hidrográfica que no tenía cuando Líbano presentó por primera vez sus coordenadas a la ONU en 2011. El tercer evento es la obtención, en 2018, por un consorcio formado por las empresas francesa Total, italiana Eni y rusa Novatek, de una concesión para la exploración de los bloques marítimos libaneses 4 y 9.
Sobre estos hechos, se iniciaron negociaciones en 2020. Durante estas conversaciones, y sobre la base de un estudio realizado por la UKHO (Oficina Hidrográfica del Reino Unido) en 2011, que otorga al Líbano 1.350 km² adicionales, y en 2018 un estudio del Ejército Libanés (70 km² adicionales). El Líbano adoptó una posición maximalista que le permitiría ampliar su espacio marítimo hasta el Punto 29 situado al sur del Punto 23, corrigiendo así las carencias del Tratado de 2007 con Chipre y los defectos del punto 23, adoptado en 2011.
Israel respondió con una nueva reivindicación, también maximalista, con exigencias que se elevan al nivel de la ciudad libanesa de Saida. Por lo tanto, el proceso de negociación se interrumpió en diciembre de 2020 para detenerse por completo en mayo de 2021. A la fecha, los trabajos de prospección se han realizado únicamente en el bloque 4, donde las cantidades de gas encontradas no fueron suficientes para que las empresas invirtieran. En cuanto al bloque 9, parte del mismo se encuentra en aguas disputadas por Israel, de ahí la imposibilidad de iniciar prospecciones.
¿Qué escenarios?
Se pueden esbozar varios escenarios. Es obvio que en caso de que fracasen las negociaciones, Israel, cuyo poderío militar supera al del Líbano, podría presentar a este último un hecho consumado y lanzar la exploración del campo de Karish, que Tel Aviv considera que se encuentra en su Zona Económica Exclusiva. Sin embargo, para evitar este escenario, el Líbano solo tendría que modificar su ZEE modificando el Decreto 6433 y notificando a las Naciones Unidas, de acuerdo con los requisitos de UNCLOS. Esto crearía obstáculos legales para el lanzamiento de exploraciones ya que el área sería disputada. Por lo tanto, Israel tendría interés en volver a la mesa de negociaciones.
Otro escenario improbable pero aún posible es el de un conflicto armado entre los dos países. De hecho, antes de la llegada del mediador estadounidense Hochstein, las tensiones habían aumentado entre Hezbolá e Israel, que aludiendo a las instalaciones de Hezbolá, amenazó con “destruir toda la infraestructura de la que no quedará ni una sola piedra”. El primer ministro libanés, por su parte, indicó que Israel corre el riesgo de “crear tensiones cuyas repercusiones nadie puede prever”.
Negociaciones obligatorias.
Sin embargo, las circunstancias de las negociaciones parecen favorables y un escenario de éxito parece posible. Si Líbano e Israel llegan a un acuerdo sobre una línea que preserve los reclamos de cada país sobre los campos de Qana y Karish respectivamente, se podría llegar a un acuerdo. La última propuesta del mediador estadounidense también sugería esa línea “híbrida”.
Las negociaciones exitosas también alentarán a las empresas extranjeras a invertir en los bloques libaneses. La segunda ronda de asignaciones ya se ha pospuesto varias veces y los requisitos previos se han reducido para atraer inversores. La principal explicación de la falta de “apetito” entre las empresas extranjeras radica en la cuestión de la delimitación. Lograr el éxito en este expediente sería, por tanto, un primer paso para restaurar la confianza de los inversores extranjeros.
Conclusión
El conflicto marítimo libanés-israelí es el resultado de un error libanés al delimitar sus fronteras con Chipre en 2007. Algunas fuentes también hablan de una elección intencional que pretendía ocupar al estado hebreo unos meses después de la guerra israelo-libanesa. Error o elección, Israel supo explotar esta debilidad. Las mediaciones y negociaciones han estado en curso durante más de una década, retrasando la explotación de los recursos naturales libaneses. Sin embargo, el conflicto de las fronteras marítimas libanesas no va a terminar con este episodio. Al norte, las fronteras sirio-libanesas tampoco están delimitadas. El Bloque 1 sirio invade un área de 750 km² de la Zona Económica Exclusiva del Líbano. Por lo tanto, Rusia impondrá su presencia en este caso. El Líbano corre el riesgo de ser rehén de la crisis en las relaciones entre Rusia y los países occidentales, lo que podría agregar una capa de complejidad a las ya delicadas relaciones sirio-libanesas