La discrepancia en la delimitación de las ZEE en el origen del conflicto marítimo entre Israel y el Líbano

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En los últimos años, el Mediterráneo oriental ha seguido mostrando su riqueza gasística: primero Israel, con unos 1.000 billones de metros cúbicos repartidos en varios yacimientos, luego Chipre, que tiene un potencial gasístico estimado en unos 550 billones de metros cúbicos, y finalmente las costas frente a Egipto, que en 2015 descubrió un mega depósito (Zohr) de 850.000 millones de metros cúbicos. Con un total aproximado de 2.400 billones de metros cúbicos de gas descubiertos en una década, el Mediterráneo oriental se ha convertido sin duda en un importante territorio energético para sus habitantes que, con la excepción de Egipto y Siria que forman parte de una unidad geológica diferente, eran hasta ahora totalmente desprovisto de recursos de hidrocarburos.

Marginales a escala global (1% de los recursos planetarios), estos depósitos son una bendición para los países de la región que en ocasiones luchan por asegurar un suministro regular de energía, lo que provoca penurias en la producción y distribución de electricidad. Sobre todo porque un estudio del American Geological Bureau de 2010 estimó los recursos gasíferos de la cuenca levantina mediterránea en unos 3.500 billones de metros cúbicos de gas; en otras palabras, esto significa que más de 1.000 billones de metros cúbicos aún están enterrados bajo la plataforma continental.

Suficiente para abrir el apetito de todos los países interesados, abriendo así nuevas rivalidades regionales. Porque este golpe de suerte energético, lejos de haber solucionado los conflictos, ha creado tensiones geopolíticas entre los Estados que se disputan estos yacimientos. De hecho, los recursos encontrados se concentran en el corazón del Mediterráneo oriental, precisamente donde se cruzan las fronteras marítimas de los Estados. Dependiendo de las rutas, un yacimiento podría ser compartido entre dos países (este es el caso de Afrodita, descubierto frente a las costas de Chipre y parte del cual podría estar en aguas israelíes). Las consecuencias económicas y energéticas, más allá de las cuestiones de soberanía, resultarían entonces muy perjudiciales para el Estado perjudicado. Este es el epicentro de las tensiones entre Israel y el Líbano.

El origen del conflicto marítimo israelí-libanés

Fue en 2010 cuando comenzó la disputa fronteriza entre Israel y el Líbano. Hasta entonces, los dos países han utilizado una línea de equidistancia ficticia no oficial, que se inspira en las reglas de la Convención de Montego Bay, para delimitar su espacio marítimo.

El descubrimiento del depósito de Leviatán a 130 kilómetros de la costa israelí, más grande y más lejos de la costa israelí que el depósito anterior -Tamar estaba a sólo 90 kilómetros de distancia- incitó al Líbano a iniciar un procedimiento unilateral para registrar oficialmente sus fronteras marítimas en Naciones Unidas. Sin embargo, el trazado presentado por Beirut no reproduce exactamente el que tomó Israel como base y que proviene directamente del acuerdo de delimitación marítimo libanés-chipriota firmado en 2007. Para Beirut, el trazado en el mar finaliza 17 kilómetros por debajo del punto que ella misma había fijado previamente en su acuerdo con Chipre en 2007. El cambio de actitud libanés en 2010 se explica por la toma de conciencia, un poco tardía, de haber refrendado en 2007 una línea que le era desfavorable por errores de cálculo.

Esta es la razón por la que el Parlamento libanés nunca ratificó este acuerdo. Para Israel, sin embargo, el Líbano no puede escabullirse de una negociación tripartita -el punto en disputa es un punto clave que delimita las ZEE israelí, chipriota y libanesa, que también está prevista en el acuerdo de 2007. Pero Beirut rechaza esta negociación en este marco, prefiriendo el procedimiento unilateral.

Esta disputa crea en el mar una superficie marítima de unos 860 kilómetros cuadrados por la que se pelean Israel y el Líbano. Las negociaciones se llevaron a cabo entre 2010 y 2012 bajo la mediación de los Estados Unidos para resolver el conflicto y permitir que los dos países exploren y exploten su territorio marítimo. El diplomático estadounidense Frederic Hof proponía así una línea de demarcación que atribuyera el 55 % de la zona en disputa al Líbano (490 kilómetros cuadrados) y el 45 % restante (370 kilómetros cuadrados) a Israel. Sin embargo, esta solución no satisfizo a ninguna de las dos partes, y en particular al Líbano, que consideró que el método de cálculo utilizado era contrario al derecho internacional. Un nuevo intento se produjo en 2014, cuando Estados Unidos envió a otro mediador, Amos Hochstein, quien reiteró la propuesta de su antecesor; en vano. Por lo tanto, las conversaciones quedaron congeladas, lo que no impidió que los israelíes continuaran explorando su zona marítima, incluso al norte, en el borde del área en disputa. Es en esta parte del territorio donde descubrieron el campo de gas Karish en 2013, que contiene aproximadamente 50 mil millones de metros cúbicos de gas natural.

Fue solo unos años después, en octubre de 2020, en el contexto de la doble crisis económica, que afecta al país desde 2019, y política nacida tras la explosión del puerto de Beirut en 2020, que el gobierno libanés consideró necesario y juicioso retomar las negociaciones en un nuevo marco. Sin embargo, las nuevas demandas libanesas pusieron fin a estas discusiones. Según un informe de 2011 de la Oficina Hidrográfica del Reino Unido, Beirut ha añadido 1.430 kilómetros cuadrados, además de los 860 ya disputados desde 2010, a sus nuevos reclamos. Ofendida, la delegación israelí respondió con una contrapropuesta con un trazado que se adentra aún más en la zona marítima libanesa. Por lo tanto, en diciembre de 2020, las dos delegaciones suspendieron las negociaciones sin finalizarlas. Una nueva reunión tuvo lugar en mayo de 2021, sin resultados tangibles. Mientras tanto, el consorcio de petroleras encargado de explorar el Bloque 9 en el Líbano -adyacente al área en disputa-, integrado por la francesa TotalEnergies (40%), la italiana ENI (40%) y la rusa Novatek (20%), encontró algunos rastros de gas solo en la parte norte del bloque, lo que sugiere que el potencial real de esta área se encuentra al sur, en el espacio que sigue en disputa


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