COP 27: El cambio climático en el Mediterráneo tendrá consecuencias que van más allá de la región
Por primera vez en la historia de las negociaciones internacionales sobre el clima, el Mediterráneo tendrá voz. Con motivo de la COP27, se ha estructurado una coalición única y diversa que reúne al Norte y al Sur, al sector público y al privado, a las empresas y al mundo académico, a las mujeres y a los hombres, para organizar y dirigir el primer pabellón dedicado a la región mediterránea.
La Unión por el Mediterráneo (UfM) es una organización intergubernamental euro-mediterránea que reúne a los países de la Unión Europea y a 15 países de la región del Mediterráneo meridional y oriental para reforzar la cooperación y las acciones de estabilización de la región, el desarrollo humano y la integración.
Los miembros de esta coalición han unido sus fuerzas para crear un pabellón y así hacer frente a la mayor amenaza existencial que ha sufrido la cuenca del Mediterráneo, una zona que ha albergado tanta historia, conocimiento y civilización.
El objetivo del Pabellón del Mediterráneo no es sólo concienciar sobre la urgencia de la crisis climática y la necesidad de acelerar la transición al desarrollo sostenible, sino también poner de relieve las soluciones y políticas innovadoras de esta región, a menudo olvidada.
La emergencia climática es global y requiere la atención de todos.
Pero sus consecuencias y su gravedad no se sienten por igual en todo el mundo. La región mediterránea es una de las más expuestas, tanto por razones climáticas como socioeconómicas, y si no actuamos ahora, nos enfrentaremos a consecuencias dramáticas, como la desaparición de ecosistemas enteros y el profundo cuestionamiento de nuestro modo de vida y de las estructuras sociales tal como las conocemos.
Este mismo verano, una mortífera ola de calor azotó la región, provocando sequías, incendios y enormes daños en los ecosistemas marinos. Decenas de miles de personas se vieron obligadas a huir de sus hogares y decenas murieron.
En el norte de Argelia, al menos 40 personas murieron en los incendios de agosto. Mientras tanto, en el suroeste de Francia, más de 36.700 personas fueron evacuadas. España y Portugal están experimentando las condiciones más secas en más de 1.000 años.
Ahora, más que nunca, está claro que se necesita una acción específica y decisiva para salvar a la región de un rápido deterioro de la situación. El verano de 2022 no es un ejemplo aislado.
A nivel mundial, la cuenca mediterránea es la segunda región que más rápido se calienta y, lamentablemente, ocupa el primer lugar en cuanto a calentamiento del agua del mar. Estos riesgos se ven agravados por los altos niveles de contaminación.
La Red Mediterránea de Expertos en Cambio Climático y Medioambiental (MedECC) publicó en 2020 un informe pionero sobre los retos medioambientales y climáticos a los que se enfrenta nuestra región.
Si no se toman pronto medidas políticas y económicas, las olas de calor extremas se intensificarán hasta el punto de que muchas ciudades serán prácticamente inhabitables, poniendo en especial riesgo a las poblaciones más pobres y vulnerables. La vida en la costa también se verá amenazada a medida que el nivel del mar aumente un metro para el año 2100 (e inevitablemente suba más). Esto no sólo dañará nuestras costas, sino que también amenazará el sustento de más de 37 millones de personas.
Cabe esperar escasez de alimentos y la propagación de enfermedades y patógenos transmitidos por el agua, lo que podría provocar inestabilidad política, desplazamientos de población e incluso conflictos.
Un Mediterráneo empobrecido y desestabilizado tendrá consecuencias que van mucho más allá de la región: como punto de convergencia de tres continentes, las repercusiones se harán sentir en todo el mundo. Este es un escenario que no podemos permitirnos.
Hasta ahora, la diversidad por la que es famoso el Mediterráneo ha provocado con demasiada frecuencia la fragmentación y la falta de entendimiento entre los pueblos. El Mediterráneo, como región, tiene un enorme potencial para aportar algunas de las soluciones que necesitamos y, por tanto, para abordar aquellos retos que nos permitirían evitar los peores escenarios previstos. El intercambio proactivo de conocimientos y experiencia debe convertirse en la norma. Por ejemplo, hay un enorme potencial de energía solar, eólica y marina en el sur y el este de nuestro mar compartido, pero si sólo se produjera localmente, no habría suficiente demanda para financiar su propio desarrollo