La creciente presencia Rusa delata su enorme interés en la cuenca Mediterránea

Compartir

Actual socio de China en muchos campos económicos y con frecuencia adoptando el mismo sentido de voto en el Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia no se quiere quedar fuera del mediterráneo. Para hacer brillar a su país a nivel internacional, Vladimir Putin está trabajando en una verdadera estrategia de influencia más allá de sus fronteras para convertirse en una potencia alternativa a Occidente en la cuenca.

La anexión de Crimea en 2014, la intervención en Siria en 2015, la actual invasión de Ucrania, para apropiarse del Mar de Azov… Rusia aspira a convertirse en una potencia ribereña del Mediterráneo. En una estrategia para romper el cerco que quiere imponerle la OTAN. Con el pretexto de defender intereses económicos o políticos, Vladimir Putin quiere ofrecerse una importante ventana a los Balcanes, el norte de África y Oriente Medio con el fortalecimiento de su posición en el Mediterráneo. Su influencia y posición en esta área geográfica están claramente establecidas, y el caso de Siria podría ser el ejemplo más emblemático.

La internacionalización del conflicto sirio fue una oportunidad para que Rusia fortaleciera sus posiciones convirtiéndose en un actor diplomático central. Sus intereses en esta región son ante todo económicos, con la venta de armamento, pero también con la explotación de gas y petróleo para controlar su exportación a Europa. En el plano militar, los acuerdos concluidos en agosto de 2015 permitían al Kremlin desplegar fuerzas aéreas en la base de Hmeimim (cerca de Latakia) por tiempo indefinido. Al mismo tiempo, Rusia ha reforzado sus instalaciones portuarias en la base naval de Tartous en virtud del acuerdo de 1971 entre la Unión Soviética y Siria.

En 2017, se selló un nuevo acuerdo por un período de cuarenta y nueve años, renovable por otros veinticinco años, para expandir esta base marítima para acomodar más buques de guerra rusos y barcos de transporte, garantizando las entregas entre Sebastopol y Siria. Además, desde 2019 se han añadido otras instalaciones, en concreto en la base de Qamichli, localidad kurda situada en el noreste de Siria, cerca de la frontera turca, donde Rusia ha desplegado helicópteros y misiles tierra-aire tras la salida de las tropas estadounidenses.

la Unión Europea, inclinada durante mucho tiempo a quedarse en un segundo plano, más preocupada por el tema de los déficits presupuestarios de algunos de sus miembros y por su deseo de abrirse al mundo para aumentar su comercio, ha permitido, a lo largo de los años, que se asienten los intereses extranjeros de grandes potencias como China y Rusia, sin imponerles realmente ninguna restricción. Su despertar a esta situación se ha producido sin embargo durante los últimos cinco años, acelerado por las consecuencias de la crisis sanitaria de la Covid-19 y la actual situación de conflicto a las puertas de su territorio.

En resumen, Rusia regresó a la región en 2015 para salvar el régimen de Bashar al-Assad amenazado por el ascenso meteórico de Daesh en Siria. Al hacerlo, el Kremlin borró 25 años de ausencia de la cuenca mediterránea. Aprovechando la impresión de relativa desvinculación de Estados Unidos y un contexto internacional favorable, Vladimir Putin ha movido sus piezas sobre el tablero regional y ha ganado posiciones que le dan esperanzas de ocupar la que tenia Rusia en vísperas del colapso de la Unión Soviética. Al llegar a un acuerdo con Turquía, Israel y Bashar al-Assad, tiene la intención de expulsar a los iraníes de Siria para restaurar su propia influencia en Oriente. Sus únicas limitaciones son de hecho materiales (presupuestos, rendimiento de su material y número de soldados suficientemente entrenados).

A pesar de las dificultades estructurales, Rusia ha sido capaz de desplegarse en la región su Eskadra (2 submarinos, 4 buques de guerra y 4 buques de apoyo), 13.000 combatientes y “asesores” (40% mercenarios del grupo Wagner), 50 tanques, una centena de vehículos blindados, 38 cazas y una veintena de helicópteros de combate. Quedándose lista para enviar, en el acto si es necesario, refuerzos significativos (40.000 soldados, 120 aviones de combate y una  veintena de barcos de guerra). Como en los días de la Guerra Fría, los principales activos de las fuerzas armadas rusas siguen siendo el número, la resistencia, la potencia de fuego y la ascendencia psicológica tomada sobre sus adversarios occidentales.


Compartir